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domingo, 18 de septiembre de 2016

EL MEXICANO Y SU COMPLEJO DE INFERIORIDAD



EL MEXICANO Y SU COMPLEJO DE INFERIORIDAD 
-Con dedicatoria para los que anteponen todo lo extranjero en lugar de lo propio-

{”Ese complejo existe, sin duda. Lo vemos y lo sentimos en todo: en el desdén con que aquí se ven las producciones intelectuales, literarias, artísticas y teatrales de los nuestros; en la inconsiderada preferencia para todo lo extranjero, para todo lo exótico, así se trate de productos industriales, de modas externas, o de doctrinas, ideologías, obras o producciones del intelecto, de la imaginación o del espíritu.
Lo notamos también en esa propensión al mas negro pesimismo, que a muchos conduce a desesperar de todo lo mexicano, a ver en nuestro país -en su propio país- a un pueblo degenerado, perezoso y abyecto, incapaz de enderezamiento y redención.
Mientras este fatídico sentimiento de inferioridad prevalecen grandes grupos o en fuertes sectores de la colectividad, nuestro progreso económico, nuestro progreso político, y sobre todo, nuestro adelanto espiritual, serán raquíticos, insubsistentes o nulos. Pero no basta señalar esa grave deformación del carácter nacional. Hace falta combatirlo. 
Señalarla sin combatirla seria incurrir en el propio complejo o sentimiento de inferioridad. 
No hay que criticar por el solo prurito de criticar. Hay que criticar y que censurar, para corregir, para obtener reformas, para alcanzar resultados mejores que los que se repudian. 
Cuales podrían ser, en el caso, los remedios para librarnos de ese extraño y mortífero padecimiento? Esos remedios pudieran reducirse a uno solo: REEDUCACION .

Reeducación que nos conduzca a la confianza en nosotros mismos, a la fe en nuestro destino; a esa confianza y a esa fe que han permitido a los pueblos de origen sajón llegar a ser los mas poderosos y prósperos en el mundo. Como es preciso concretar, concretaremos. Sera preciso exaltar los auténticos y desdeñados valores nacionales, subrayar las especificas cualidades de nuestro carácter, hacer comprender y sentir al mexicano, que el en muchos sentidos iguala al extranjero y en otros les saca ventaja. 
Cuando nuestros compatriotas se convenzan de esa verdad y perciban que sus males y deficiencias se remediaran el día que ellos enérgicamente y de verdad lo quieran, pocas naciones habrá entonces en el mundo que compitan con nosotros en recursos y en potencialidad. 
Toda la dificultad esta en querer, en principiar en querer, en no perder el tiempo en quejas y en cavilaciones. De muchos años dispone el espíritu humano para hacer obras de superación. No es cosa imposible habituarse a dominar los malos impulsos, a fomentar los buenos, a adquirir el control de si mismo, a disciplinarse, en una palabra. El día que el mexicano alcance esa disciplina moral que es lo único que le falte, sabrá sacar partido de su dinamismo racial, de su valor, de su decisión, de sus impetus, en una forma que ha de sorprender a los propios y extraños. Nuestro dinamismo es enorme. Lo que sucede es que nuestra energía la dilapidamos en arranques pasajeros, sin continuidad y sin consistencia. El día que la encausemos, seremos grandes. 
Pero para eso se necesita, primeramente, que cada mexicano confié en si mismo y aprecie en todo su valor la fuerza y las posibilidades inagotables que yacen latentes en lo mas hondo del alma nacional. Una adecuada y atingente enseñanza de la historia es uno de los mejores medios de que se dispone para infundir al pueblo mexicano el sentido de su propio valer. 
En vez de ofrecer al examen de la juventud únicamente las lacras, los hechos vergonzosos, los puntos negros de nuestra historia, habrá que presentarle, en forma fuertemente sugestiva, el espectáculo de los episodios gloriosos, de los hechos heroicos, de las grandes proezas de nuestros mas ilustres prohombres. 
Lejos de ello, es muy común ver a escritores e historiografos denigrar sistemáticamente a nuestros héroes, deprimirlos, calumniarlos, hacer todo lo posible para que desciendan del pedestal en que la veneración publica los ha justamente colocado. 
Este intento de restar grandeza y méritos a las figuras representativas de nuestra historia, a los hombres que simbolizan la heroicidad y el civismo, es el mas seguro medio de rebajar el nivel moral de nuestra raza. Pueblo que desdeña su pasado, pueblo que desconoce a sus benefactores y reniega de sus patricios, esta condenado a sepultarse en el escepticismo y en la esterilidad. 
Que cosa buena habrá de esperar de gente que no tiene fe en si misma ni en sus progenitores? Que porvenir espera a aquellos para quienes el pasado solo contiene ruindad y miseria, deshonor y bajeza?
Lo primero que hay que hacer, por lo mismo, para que el mexicano se supere a si propio y se libre del lastre de complejos o sentimiento depresivos, es edificar la patria historia sobre cimientos de sano optimismo, para inculcar a niños y a jóvenes el sentido de lo sublime y de lo heroico, para enseñarlos a rendir culto a los hombres capaces de llevar su abnegación hasta el sacrificio.. el desdén de una generación para los héroes y para los grandes hombres, es la mas evidente demostración de la pobreza moral y de la decadencia de esa generación. 
Ello se explica. Cada hombre actúa de acuerdo con la orientación que le ofrecen los personajes que le sirven de paradigma o de modelo. Si el solo ve, o solo cree ver, en la historia de su patria, tipos de histriones, de facinerosos, de arribistas o de aventureros con fortuna, inconscientemente tratara de imitarlo, ya que se reirá de la virtud o de la honestidad que nunca ha visto practicadas. Sera como aquello hijos mal nacidos que viven siempre bajo la obsesión de su desgracia. Ofrezcamos, pues a la juventud mexicana, en toda su grandeza, el avasallador ejemplo de sus héroes auténticos, de sus prohombres de verdad. Hagamosle ver que una República que antaño supo producir titanes de la acción, paladines de la justicia y del derecho, sabrá reproducir en el futuro esas creaciones, habrá de engendrar nuevas falanges de patricios y de héroes. Ellos surgirán cuando la Patria los necesite.”}




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