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viernes, 9 de septiembre de 2016

la cultura de el agandalle





La palabreja del título no es nueva, pero parece haberse popularizado últimamente, igual que la expresión "se lo agandalló", que sugiere una apropiación incorrecta, tramposa o arbitraria, si bien no necesariamente robo. Para denominar de algún modo a las personas que practican dicho sistema regularmente, usaré aquí el término "gandalla", que sugiere relación con el anterior. También podrían usarse las palabras "ventajoso" o "abusivo" que, sin embargo, parecen transmitir un concepto menos específico. Las personas así denominadas son elementos en cierta medida antisociales que generan serios problemas en diversos ámbitos. Mucho se ha escrito sobre el proverbial "macho" pero menos sobre el gandalla, a pesar de que esta última personalidad también es común.


El gandalla se distingue por su falta de equitatividad en las relaciones con sus semejantes, sobre todo en las de tipo material. Por ejemplo, si reparte un pastel, tomará el ochenta por ciento y dirá: "esta mitad es para mí". Si organiza una rifa, se embolsará el importe de los boletos y el premio. Su actuación es totalmente opuesta a la que dicta el proverbial "fair play" inglés. Defiende celosamente sus derechos pero ignora por completo sus obligaciones; le irrita incluso que le sean recordadas. Desprecia los reglamentos excepto cuando favorecen sus intereses; será entonces el primero en exhibirlos y decir: "aquí rige un reglamento". Es asombrosa la elasticidad con que pasa de ignorarlos a aplicarlos rigurosamente. Reclama cualquier bien, pero rechaza toda culpa o responsabilidad por cualquier problema. Otra típica acción suya es no corresponder la ayuda que previamente se le prestó; si se le recuerda ésta, dirá: "usted me ayudó porque quiso". Es sumamente desconfiado, tal vez porque sospecha en los demás sus mismas características. Pese a ello, a veces se unen varios gandallas en un grupo y se reparten los beneficios de la organización en la que intervienen. Suelen entenderse mejor entre ellos que con gente recta, con la cual hacen corto-circuito.






El gandalla suele tener rasgos comunes con otras personalidades antisociales, como el machista y el chanchullero, y es común encontrar las tres características en la misma persona. Pero mientras que en el machista predomina el elemento agresivo, de imposición, y el chanchullero actúa con cierto ocultamiento, el gandalla no se apena de hacerlo abiertamente, lo cual apunta a otra característica suya: su falta de vergüenza. Que sus manejos sean conocidos no le apena en absoluto; dará razones para actuar como lo hizo y negará incorrección alguna. Su justificación interna acaso proceda de su concepto de que la gente se divide en lista y tonta: él, desde luego, pertenece a la primera. "No soy tarugo" suele decir. En resumen: el gandalla es inequitativo, acaparador, aplica un patrón doble de valoración, equipara rectitud con tontería y chuecura con ingenio, presume de listo, y no se avergüenza de sus acciones.



A juzgar por lo que se observa en ciertos gremios, parece ser que el tipo de individuo mencionado, que puede ser hombre o mujer, abunda más en las clases bajas. Mi impresión es que en las clases medias aparece en una proporción de aproximadamente uno en seis, aunque esto es una mera estimación, mientras que en las primeras la proporción probablemente sea mayor.


Los gandallas se manifiestan en diversos ámbitos: en la calle, en los lugares vacacionales, en los condominios, en las organizaciones públicas, en los sindicatos, en los negocios. Propenden a ocupar los puestos directivos, y permanecer en ellos el mayor tiempo posible, siempre y cuando puedan desde ahí realizar obras o proyectos que les reditúen algún beneficio, bajo la cobertura de una vaga rendición de cuentas.


La convivencia con los gandallas es harto problemática. Hace años escaseaba la leche en el D.F. y era difícil adquirir un par de litros. Pero a veces se veía en el súper a gente que tranquilamente llevaba en su carrito treinta litros o más; había llegado justo cuando la surtían y no vacilaban en "agandallársela". En el cine los gandallas se distinguen porque uno solo es capaz de apartar diez asientos. En los sitios vacacionales se apropian sin miramientos de sillas, juegos, canchas y los camastros que rodean la alberca.



En el ramo del transporte público son numerosos. Una maniobra que los delata es la vuelta a la izquierda. A menudo se ve en la calle una fila de autos que esperan en el carril izquierdo dar vuelta en esa misma dirección; de pronto llega un taxista por el carril central y se planta al frente de la fila, obstruyendo además parte del carril central. La misma operación realizan cuando la fila de autos se halla en la lateral del Periférico con intención de entrar a éste. Los microbuses, cuando de cargar pasajeros se trata, se detienen donde sea, pero si alguien intenta descender, se pasarán hasta tres cuadras del lugar pedido: no es posible bajar ahí porque - informa el conductor- "está prohibido".


En los condominios los gandallas dan muchísima lata. Uno solo de ellos en un edificio causará quizá el ochenta por ciento de todos los problemas. Constantemente se apropiará de áreas comunes y de sitios que no le corresponden. Si se planea alguna reparación común, pretenderá que sea pagada entre todos si le beneficia; si no, dirá: "que la paguen los interesados". Aplicará idéntico sistema cuando haya que elegir entre pagar por departamento o por persona; se manifestará por la primera opción si en su departamento viven más personas que en los otros. Si todos los vecinos son instados a aportar una cuota para una obra común, afirmará que él lo hará al último, reacción típicamente gandalla.






En el ambiente político se encuentra gran cantidad de ellos, pues los puestos de dirección y poder son idóneos para su objetivo de manejar fondos ajenos en su beneficio. Si por casualidad, después de años de malos manejos, alguno cae en la cárcel, no estará arrepentido, sino indignado por la violación a sus derechos humanos. No dirá: "esto me pasó por robar", sino que defenderá a ultranza su inocencia. El famoso "madruguete" que se estila en política también es una variante del agandalle.



Si, en relación con algún negocio, un gandalla hace un acuerdo, respetará sólo las cláusulas que le convienen. Acudirá a una cita únicamente si espera cobrar u obtener alguna ventaja. Un abogado me expresó una vez su filosofía para la elaboración de contratos: "amarrar al contrario lo más que se pueda y, en la misma medida, liberar a mi cliente". Bonita expresión del ideario gandalla.






parte 2

En la primera parte de este artículo me referí a la personalidad tipo gandalla que lamentablemente abunda, y a algunos de sus rasgos: acaparador, inequitativo, equipara rectitud con tontería y trampa con ingenio, quiere ser primero en recibir y último en aportar, etc. Pero no sólo individuos, sino aun grandes empresas, exhiben dicha característica. Durante los años cincuenta y sesenta, los bancos ofrecían a sus ahorradores una tasa del 4.5 por ciento; en los setenta, creció la inflación y el costo del dinero pero ellos siguieron pagando (hasta que fueron estatizados) ¡el mismo 4.5 por ciento! En esa época de alza continua del dólar, abundaron los casos de agandalle financiero. Recuerdo que un familiar compró en una conocida agencia de viajes un boleto, cotizado en dólares, para viajar por tren en el extranjero. Por un imprevisto debió posponer el viaje varios meses y canjear el boleto, que había perdido su vigencia, por otro. Esta agencia lo manejaba así: devolvía los mismos pesos que había recibido meses antes por el boleto viejo, y el nuevo (cuyo precio en dólares era igual) lo vendía al tipo de cambio vigente, más alto.


Otros ejemplos: importantes empresas, prestadoras de servicios públicos, en los recibos que cada mes enviaban a sus clientes, registraban los cargos a éstos, pero nunca los pagos recibidos. Las mismas empresas efectúan el cambio de tarifa residencial a comercial (más elevada) con sólo detectar al frente de la residencia algún rótulo que sugiera actividad comercial, pero para volver a la anterior no es suficiente que desaparezca el rótulo; el usuario debe presentar toda una serie de documentos fiscales para demostrar la liquidación del negocio. 

Ciertas dependencias del gobierno cobraban altos intereses si su posición era acreedora frente al ciudadano, pero si era deudora no pagaban un centavo. Otra característica típica de las compañías gandallas: querer siempre protegerse mientras que su cliente queda desprotegido.

Algunas actitudes del gandalla parecen, lamentablemente, estarse extendiendo en la sociedad. Por ejemplo, ¿cuántos dueños de departamentos que exigen un depósito a sus inquilinos, abonan intereses por el mismo? Su justificación para no hacerlo: no soy banco

También se encuentran con abundancia en el ámbito legal, y en el de las relaciones laborales. Es común oír la frase: Conoce tus derechos, dirigida a distintos sectores: niños, trabajadores, ancianos, mujeres, estudiantes, minorías. Aunque nada tiene de objetable, parece faltar un equilibrio de tales derechos con obligaciones, a las que nadie alude. 

En las universidades públicas se ven carteles que mencionan estos derechos estudiantiles: recibir educación gratuita, permanecer indefinidamente en la institución, cambiar de grupo, elegir a los maestros, ser admitidos como oyentes, etc., pero ninguno que diga: ;Estudiante: tu deber es estudiar

La ceguera selectiva de las autoridades, de ignorar o aplicar los reglamentos según el caso, también es un rasgo gandalla típico, igual que la actitud de muchos policías de intervenir en un problema sólo si ello les trae algún beneficio.

La difusión en la vida nacional de la costumbre que nos ocupa parece evidenciarla el número de refranes que aluden a ella;
El que tiene más saliva traga más pinole
El que parte y reparte se queda con la mejor parte
El PRI nunca pierde y cuando pierde arrebata
El que se fue a La Villa perdió su silla
Todos ellos sugiriendo el mismo concepto: el vivo agandalle. La doble valoración está presente en esta frase, atribuida a un presidente del siglo XIX: ;Para los amigos, justicia y gracia; para los enemigos, justicia a secas mientras que la popular expresión;la ley del embudo; viene siendo una especie de lema del gandalla.

El hábito que comentamos parece tener su antecedente en la conducta animal: machos que acaparan varias hembras; aves que comen hasta casi reventar pero impiden a cualquier otra, sobre todo más pequeña, ingerir algunas migajas. En la sociedad humana, tal vez provenga del comportamiento individual en un ambiente carente de ley u orden, o de instituciones que los hagan valer. 

Concretamente, podría originarse en un entorno familiar donde quien no agandalla se queda sin nada (alimentos, golosinas, juguetes) y todos concluyen que es inútil respetar los derechos ajenos pues los propios no serán respetados. Si en ese entorno, además, están ausentes la gratitud y el reconocimiento a un comportamiento equitativo, ni siquiera existirá una mínima satisfacción para quien lo practica. Se genera entonces una visión del mundo en la que rigen los conceptos de;friego o me friegan; de que otro se quede con el dinero, mejor me lo quedo yo

 A nivel legal y de autoridades podría estar promovida por una noción errónea de protección a grupos sociales débiles, como inquilinos, trabajadores, etc. Por sus efectos sociales, el agandalle es sumamente nocivo; genera desconfianza e impide la cooperación. Desalienta y coloca en desventaja a quienes actúan con apego a la razón y a los reglamentos, y tiende a reducir su número. Habría que analizar hasta qué punto es responsable de la corrupción, esa sí lacra reconocida.

Se ha difundido al grado de ser considerado casi normal, y no la plaga social que es, la cual debería ser combatida al igual que la adicción al alcohol o a las drogas. Para ello podrían servir reformas legales (por ejemplo al Reglamento de Tránsito o a la Ley de Condominios), acciones acordadas por organismos representativos de las empresas, y campañas educativas en las escuelas y la televisión, cuyo lema podría ser un embudo con una equis sobrepuesta y el texto: ;El agandalle te perjudica. Esas campañas deberían resaltar el hecho de que los gandallas no son listos, como creen, sino causantes de males que también a ellos dañan, y estar dirigidas no sólo en contra del agandalle, sino de otra práctica igualmente nociva: su aceptación. Pese a lo común de toparse con gandallas y padecerlos, posiblemente no haya sido aún reconocida su importancia en la comprensión de diversos fenómenos e instituciones nacionales.
















Fuente:
Texto de : Luis Gottdiener
http://vol5.intelectohebreo.com.mx





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